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Un día el chololoj anunció su llegada.
En esos días las horas eran contadas por las manos de una anciana temblorosa que cuidaba cada segundo del día como a una hilvanada de oro atravesando un lienzo lleno de filigranas. 
Un día, el Chololoj prometió llegar, pero todo su camino estaba tan atravesado de astros, lunas con predicciones, viento huracanado y galletas de la fortuna rotas, que por último dijo “ya estoy yendo, has de cuenta que voy a pie y que tu reloj es un cuentagotas, pero recuerda que siempre estoy cerca de llegar”.

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